martes, 18 de junio de 2013

Como si de un efecto mariposa se tratase...

A veces pienso que los colores no existen como tal. ¿Cómo sé que el azul que veo es el mismo que ves tú? ¿Qué para mi, ese tono de luz es el mismo que para ti? Es cierto que la ciencia y la biología han avanzado mucho y han descubierto los bastones, los conos y todas esas células y procesos que me permiten ver las estrellas cada noche, el Sol cada mañana y esa sonrisa cada día. Pero yo siempre tengo mis dudas. Quizá es cabezonería pura y dura. Quizá es porque soy Tauro, o porque nací en el año de la Serpiente o porque las mareas estaban de una determinada forma aquella noche de mayo de 1989.

¡Qué diablos tendrán que ver las mareas en mi personalidad! Pero sí que es cierto que muchas veces el baile de letras entre lo casual y lo causal es demasiado difuso. ¿O alguno de vosotros sabría decir por qué me gustan las cosas que me gustan? ¿Por qué soy extrovertido, dicharachero, o por qué mis sentimientos a veces se ocultan bajo capas de Kevlar como si fuesen a dispararles con armas de fuego? Todas esas características personales, ¿son innatas o adquiridas?¿Son fruto de una combinación de células azarosa en el vientre de mi madre, o quizá una evolución de la personalidad de mis ancentros unido con reacciones y procesos químicos aun débilmente estudiados?

Quizá todo eso es fruto del proceso de aprendizaje sufrido en los primeros años de mi vida. Del entorno familiar, de mis primeros amigos, enemigos, mujeres y maestros. Pero el caso es que existen familias, hermanos, gente afín en general con los mismos entornos, amigos y circunstancias, cuya personalidad y características difieren de una manera notable; por no decir que unos se encuentran en las antípodas de los otros. ¿Quizá pequeños cambios en algunas épocas de la vida puedan provocar grandes cambios en la madurez, como si de un efecto mariposa se tratase…?