viernes, 16 de enero de 2009

Ejercicio de imaginación

Estás tirado en la playa, los dedos de los pies sienten la fría arena y la marea sube a gran velocidad. Sabes que pronto tendrás que levantare de tu toalla azul marino o acabarás calado. Las farolas del paseo marítimo se ven al fondo, y a lo lejos, allá por detrás de las olas y la silueta de un pequeño velero, la luna observa la noche que ilumina con su propia luz. Hace vieno y la cala semidesierta está silenciosa. Alguna que otra pareja de enamorados pasean mientras se hacen arrumacos y suenan ecos de besos. Las olas rompen produciendo un sonido sedante que te relaja. El estallido de un cañón no te inmutaría, es una perfecta y única tranquilidad.

Te levantas toalla al hombro para dar tu habitual paseo hasta casa. Los pies, ya mojados, son masajeados por la arena. Una vez. Y otra. Una vez más.

Se te ocurre una idea. Hace tiempo que no haces un castillo de arena. Desde niño. El tiempo perfecto, la humedad justa. Con cuidado y delicadeza, como un crío pequeño, diseñas tu pequeña fortaleza. Con sus ventanas, su portón, el foso y las murallas. Impenetrable. Te entran ganas de sacar los clicks y jugar con ella. Pero es hora de ir a casa.

Apenas has andado tres metros y el mar hizo su labor, conquistando tu hermosa creación con un solo golpe de agua.

- ¡En fin!- susurras - las cosas perfectas y bellas nunca son eternas. Lo atractivo de lo efímero.

Y como el castillo, la noche desaparece y llegas a casa.

1 comentario: