lunes, 26 de julio de 2010

Del conde Drácula a Edward Cullen

Hace poquito llegó a mis manos Drácula. Esa obra que marcó un antes y un después en lo que a vampiros se refiere. Aún no puedo decir si es tan buena como dice la crítica (aunque seguro que sí lo es) lo que sí puedo afirmar es que Drácula tiene cosas bastantes diferentes de los vampiros brillantes que triunfan hoy.

Y es que cada época tiene sus características y la superstición era antes una creencia popular, así como la Super Pop es hoy en día una biblia para más de una adolescente (intercámbiese Super Pop por el nombre de revista preferido de la susodicha). La historia de un hombre que vive en un castillo misterioso no cautivaría ahora como cautivó entonces. Así como entes brillantes megaguays y vegetarianos no creo que causasen la misma sensación hace un siglo. Es un buen ejemplo de la evolución de la literatura y de la propia sociedad. De hecho, este cambio no ha sido drástico ni siquiera en la literatura de los chupasangres. Anne Rice hace tiempo que dibujó un vampiro distinto a drácula, pero sin llegar a la pijería de Edward en la saga de crónicas vampíricas.

Aunque no todo es cambio dentro de los hombres de largos colmillos. Todas las generaciones de vampiros, sin excepción, conservan elegancia, majestuosidad y atractivo. Algo que hace que las pobres doncellas caigan rendidas a los pies de los impresionantes galanes de tez blanca.

Con esto quiero decir, simplemente, que la literatura es sólo un reflejo de la sociedad (cosa que no es nada nuevo, lógicamente) y que hasta en cosas tan chorras como un best-seller muy del montón pueden mostrar como evoluciona un género.


No hay comentarios:

Publicar un comentario